martes, 11 de septiembre de 2012

ESCAPADA A OPORTO

Llegó septiembre, y con él, la vuelta a la rutina. Toca volver a madrugar, a trabajar, a llevar a los niños al cole y retomar el gimnasio y las actividades deportivas para perder esos kilos de más que nos han quedado después de las cervecitas y los chiringuitos, aunque con calma, ya que queda bastante para empezar la "operación bikini 2013".
Para mí este año las vacaciones han sido cortas (el trabajo manda), aunque las pocas que he tenido he sabido disfrutarlas a tope. En este post os hablaré de mi escapada a Oporto.

Vista de Oporto y el puente Luiz I
He de confesar que para mí, los viajes que empiezan, y terminan, con un avión ya no son todo lo gratificantes que deberían serlo, tengo un pánico horrible a volar. Y menos mal que los problemas de ryanair fueron posteriores a mi viaje, porque no se entonces que hubiera pasado, probablemente no hubiese montado, puesto que yo viajaba con ellos.

Sin problemas (ni se despresurizo la cabina, ni nos picaron las chinches, ni llegamos, o eso creo, justos de combustible), tomamos tierra en Porto sobre las 9;30 de la mañana. De ahí directos al hotel para dejar las maletas. El hotel en el que me alojé era el Sheraton Porto, un cinco estrellas barato (142 euros, dos noches sin desayuno), debido probablemente a que está un poco alejado del centro, a unos 10 minutos en el metro-tranvía. Merece la pena, la habitación es amplia y con una decoración simple pero cuidada. Además el hotel cuenta con un pequeño spa (10 euros por día) también elegante y relajante. Algo que no puedo entender es que un hotel de 5 estrellas no tenga wifi gratuita en ninguna zona del hotel, ni siquiera en el lobby.

Entrada al hotel y habitación 
Salimos inmediatamente del hotel para aprovechar las poco más de 48 horas que teníamos para poder disfrutar Oporto. Fuimos directos a Vila Nova de Gaia, la zona donde se concentran casi todas las bodegas de producción de oporto. Asesorados por la recepcionista del hotel nuestra bodega elegida para visitar fue Taylor´s. El precio de la visita es de tres euros e incluye la cata de tres tipos de oporto. 
Taylor´s es una bodega que desde su fundación en 1692 solo ha estado dirigida por las distintas generaciones de la misma familia. Cabe destacar también que las uvas no son cultivadas en Oporto sino en otras regiones alejadas que por su clima hace que la uva sea de mayor calidad, pero sin embargo a la hora de madurar y envejecer, el clima de Vila nova es el más óptimo, teniendo allí todas las bodegas las cubas y barriles donde reposa este vino. Generalmente envejece en toneles pequeños ya que tiene más contacto con la madera, lo que hace que asuma ese color característico y sabores y aromas maduros y sutiles. Otra cosa que me llamo la atención es la forma que tienen de limpiar las cubas grandes, y es que, a través de una puerta muy pequeña, un hombre se introduce dentro y va rascando los restos que quedan. A mí solo de pensarlo me da claustrofobia. 

La bodega y en la parte derecha abajo, la puerta por la que entran a limpiar
Contento en todos los sentidos (el oporto en ayunas sube), fuimos a comer. No elegimos nada especial, un bar con aspecto bastante desaliñado, pero el cansancio por el madrugón y las cuestas empinadas de la ciudad solo me hacían querer sentarme donde fuera a tomar una cerveza y a comer.
Tras una pequeña siesta, volvimos al centro. La verdad que como ciudad, a mi, no me termino de gustar. La zona de la ribera del Duero en sus dos orillas y con el puente Luiz I como fondo, es muy bonita, llena de vida, de turistas y de muchos bares y restaurantes con olor a pescado a la brasa. Sin embargo el centro, a excepción de alguna zona como la catedral y poco más, me pareció bastante descuidado. Perdí la cuenta del número de edificios abandonados, con puertas y ventanas rotas, viejos y en algunos casos cayéndose a pedazos. He de decir también que en una de las avenidas principales y más turísticas, me ofrecieron comprar cocaína, costo y una lista más amplia de drogas.


Esa noche elegimos para cenar uno de los restaurantes que están a la orilla del Duero. La verdad es que merece la pena, no solo por la comida que no fue nada espectacular, sino por el ambiente y por las vistas. No teníamos mucho hambre así que pedimos solamente una parrillada de pescados para dos. Muchas clases de pescados algunos irreconocibles para mí, pero entre ellos gallos, sardinas, merluza, salmón... Quizás algo más hechos de la cuenta, pero en general muy sabrosos. Y eso sí, todos aliñados con una especie de vinagreta de cebolla, aceitunas, pimiento y tomate que a mí gusto, mata un poco el sabor de los pescados.
De la noche de Oporto casi ni hablar, salvo la calle Galería de París que tiene algunos bares de copas muy bonitos (Casa do livro, por ejemplo) el resto de la ciudad no tiene mucha vidilla. Llama la atención que en los bares de copas si se puede fumar.


24 horas después de llegar ya habíamos exprimido al máximo nuestra visita a la ciudad y poco más había que ver (que nos llamara la atención, estoy seguro que existirán museos, iglesias y demás... llamarme inculto, pero a mí no me llama normalmente la atención visitarlos, a excepción de que tengan obras importantes o sean museos de productos gastronómicos). Nos dirigimos a comer a Matosinhos, la zona de playa donde hay muchísimos restaurantes especializados en pescados y mariscos a la brasa y que cocinan en la calle. Después de hacer una rueda de reconocimiento nos sentamos en el que más me llamó la atención y porque era el que mas variedad tenía, el restaurante "Tito 2" (Rua Heróis de França 321). Iba con mucha hambre y dispuesto a no mirar el precio y a pegarme un festín, elegí percebes (pero no tenían), pulpo asado, calamares y bacalao. Con rabia, me resigne e hice caso al camarero que me dijo que era mucho, así que (y menos mal) decidí prescindir del pulpo. 
Los calamares estaban muy buenos, en su punto, pero como tienen la "manía" de ponerle mil cosas por encima, el sabor real del calamar queda bastante eclipsado, en este caso con el sabor de los pimientos verdes asados. Y a continuación llegó el bacalao, un trozo enorme, rondaría cerca de los 800-900 gramos y con mucha guarnición. Gracias a lo gordo que era el bacalao, la famosa vinagreta que le ponen por encima no "entró" en toda la carne y aquí sí, quedé rendido a ese sabor salado en su punto, del espectacular bacalao. Terminé con otra de las cosas que más me gustó de Oporto, el café, servido a no ser de que pidas lo contrario, con leche pero sin nada de espuma. Un café potente y con mucho aroma, como a mí me gusta.

El cocinero en la calle. Arriba a la derecha el bacalao y abajo los chipirones

Pasamos la tarde en el spa del hotel y ya relajados fuimos a disfrutar de nuestra última cena. Elegimos un restaurante del centro, "Adega do conde" (Rua da Fonte Taurina nº60), en una callejuela pequeña y estrecha pero también llena de vida. Nos sacaron de aperitivo unos mejillones de un color verde bastante asqueroso y que por supuesto no hicimos ni tocar. Como entrante pedimos unos bolinhos de bacalao, una especie de croqueta pero con mas bacalao que bechamel y después para quitarme la espinita que me había quedado a la mañana, el "polvo (pulpo) a lagareira", que es elaborado al horno y acabado a la brasa.

Los bolinhos de bacalao (en la foto de la derecha se ve la consistencia tan espesa) y el pulpo

Y hasta aquí todo lo que dio de sí mi escapada a Oporto. Una ciudad de contrastes que me dejó un sabor agridulce, con zonas muy bonitas y cuidadas y con otras muy dejadas. Una ciudad para ir y conocerla, para mí, no más de tres días, tacharla en el mapa de los viajes y que yo posiblemente no vuelva a ir, o si lo hago será dentro de muchos años. Nos vemos pronto, feliz regreso a todos! Escoffi.




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